
El último martes terminó una nueva edición de la Semana de la Moda de Londres, de forma virtual y marcada por la pandemia.
El historicismo, neogótico en Simone Rocha y romántico en Erdem, colocó este martes el broche final a una edición de la Semana de la Moda de Londres completamente virtual y marcada por la pandemia.
Desde sus inicios en 2010, Simone Rocha ha mantenido un juego equilibrista entre delicadeza y aspereza que se inclina hacia lo gótico en su última colección otoño/invierno. Las tres gracias que componen su propuesta son el satén, el cuero y el tul.
Con una predominancia de negro en la paleta de color, ha revisitado la chaqueta perfecta de cuero con mangas abullonadas, en diferentes largos y volúmenes.
Combinadas con camisas blancas de cuellos picudos, rememoran alzacuellos dentro de la iglesia neogótica de Hyde Park, lugar elegido para el rodaje de su presentación, a manos de su inseparable Eoin McLoughlin. Volantes, perlas, lazos y flores están totalmente desprovistos de su simbología cursi.
Aplicados a abrigos, vestidos y faldas de desafiantes volúmenes envían un mensaje de rebeldía y desaliño entre sonidos metálicos.
Las tres Gracias aparecen de forma recurrente: belleza, naturaleza, creatividad, abundancia. En camafeos o bordadas como medallones se camuflan entre proféticas rosas de invierno en retales de tela en almazuela, en complementos o en tul bordado.
Rocha insiste en su objetivo de crear ropa protectora, que en esta ocasión complementa con arneses plagados de perlas y exageradas botas militares.
La irlandesa ha heredado las habilidades de su padre, el famoso John Rocha. En varias entrevistas ha reconocido que le costó ceder al cliché de la “hija del diseñador que trabaja en moda” pero su instinto ha consolidado la identidad de su firma que acaba de lanzar una colección cápsula con H&M.
ERDEM EN EL BALLET
El vestuario de una bailarina dentro y fuera del escenario, desfilando a la vez. Las zapatillas de ballet en satén, los calentadores y las cintas del pelo bajo abrigos de capa o lujosos trajes florales plisados adornados con plumas y capas de organza.
La colección recupera el enigma y el estilo del vestuario de los filmes de Hitchcock, coincidiendo con la presentación de ayer de Emilia Wickstead.
Erdem lo traslada a la tensión previa de un espectáculo de danza y lo dota de opulencia con maximalistas aplicaciones joya.
Entre las modelos se encontraban cuatro bailarinas del Ballet Real en diferentes etapas de la vida, entre ellas Marguerite Porter, que interpretó con Nureyev «El lago de los cisnes».
Su presencia quiere rescatar la figura de Margot Fonteyn, la bailarina que desafió la vida artística media retirándose a los 50 años. Eterna musa del coreógrafo Frederik Ashton.